“Es la fe, estúpido…”: El aprovechamiento miserable de una situación dolorosa.
Una paráfrasis de la famosa frase utilizada en la campaña presidencial de Bill Clinton, “Es la economía, estúpido”, por decir que la economía era lo más importante, sirve para abonar esta reflexión sobre la cuestión que divide hoy a la comunidad y al clero de Salta. En un pueblo donde durante más de cuatro siglos la creencia ha sido unívoca, hoy las “30 monedas” del Sanedrín vuelven a tintinear generando una grieta impensable. Imperdonable.
Asistimos con sincera pena en el espíritu al más bochornoso de los espectáculos, con un arzobispo arrastrado a los Tribunales por la denuncia de un grupo de monjas que ahora enfrentan la posibilidad de perder su condición de clausura y hasta su permanencia en el histórico Convento de San Bernardo.
En el río revuelto todos quieren pescar y esta disputa por cuestiones materiales y “administrativas” entre arzobispado y Convento ha venido a poner en bandeja servida la oportunidad para que los enemigos del cristianismo se sumen a la ordalía de insensateces que se vienen sucediendo. Nada menos que los movimientos feministas, La Cámpora; otros de tono anarco como Barrios de Pie y organizaciones tan extrañas como Marea Feminismo Popular, Fundación Resiliencia, Género y Trueque, Frente de mujeres e igualdad de género y una Organización de mujeres Indígenas del Buen Vivir y Ayninakuy –faltaron los Anunaky, nomás- se reúnan en torno al Convento para “apoyar a las monjas”.
¿Apoyar a quienes ellos detestan? Esto ya se convierte en un verdadero signo satánico de los tiempos.
Imaginar nada más ese espectáculo ya es surrealista: mujeres con pañuelos verdes, banderas multicolores, gente con cabellos variopintos, y algunas especies más, gritando consignas del tipo: “Monjas empoderadas, mujeres secularizadas” o “Monja fumate un porro, Cargnello es un forro”, compondría una ópera bufa de tono tragicómico verdaderamente delirante y propio de una sociedad salteña que presume de aristocrática y pataca pero que situaciones como estas le demuestran que ya está bajando por el tobogán de la más inexcusable decadencia.
Es tan patético lo que está ocurriendo que estas organizaciones que ahora abrazarán el histórico Convento de San Bernardo en defensa de las monjas, son las mismas que hace apenas 45 días querían prenderle fuego a la Catedral Basílica que tuvo que se vallada con hierros y policía dada la potencial peligrosidad de las manifestantes.
Esas paredes que custodian la clausura del Carmelo, por donde caminaron Martín Miguel de Güemes y Manuel Belgrano, corren hoy el riesgo de quedar deterioradas con los famosos graffiti como “La única iglesia que ilumina es la que arde” y algunas consignas contra el patriarcado católico. La intolerancia de un arzobispo ganado por el lucro ha debilitado a la Iglesia católica y la ha puesto a merced de sus más infames enemigos.
Estas huestes que ahora se convocan son tributarias de ocasión del pensamiento del padre de la irreverencia satírica, Voltaire, cuando clamaba: «Écrasez l’infâme!» —aplastad al infame— refiriéndose a las supersticiones y a los dogmas religiosos que ahogan las mentes de los ciudadanos. Pero a diferencia del ilustre Voltaire, esta masa ululante de féminas carece de conocimiento alguno más profundo que no sea el de confundir libertad con libertinaje y libertad de género con degeneración del mismo (en el sentido de perder el género, todo hay que explicarlo bien sino interpretan cualquier cosa). Esta manifestación por venir frente al Convento San Bernardo es la situación más escabrosa que le ha tocado vivir a la Salta como pretendida “Capital de la Fe”.
En este “Revuelto Gramajo” hay varios victimarios y una sola víctima: ese puñado de monjas, carentes no sólo de muchos conocimientos sino de las advertencias necesarias que otorga la vida en sociedad, lo cual desnuda –según nuestro criterio, por supuesto- lo absurdo de esta elección de vida medieval. Podemos comprender la consagración a la fe, pero jamás entenderemos esta desnaturalización de origen dogmático pues va contra la razón más elemental. Sin embargo, hemos de ser respetuosos de estas elecciones de vida. Como ellas mismas nos expresaran alguna vez ante este mismo reparo: “Somos muy felices aquí adentro”. Así será… suponemos.
De modo que la singularidad de esta experiencia religiosa que asumieron las monjas las puso a merced de una organización como es la devoción de la Virgen del Cerro y decimos así porque con todo lo que se diga no es una expresión de fe reconocida, pero las monjas apostaron a la verdad de las supuestas apariciones. En su acto de fe, estuvo su condena.
Nos, obviamente, no estamos en condiciones de dictar sentencia negativa sobre lo que ocurre en el Cerro, como tampoco de afirmar su veracidad.
Sabrá Dios si la Virgen se aposenta en el Cerro o no, el ámbito de la fe una Gracia particular sobre la que nadie tiene derecho a emitir un juicio, pero todo esto es tan grotesco que ahora el propio Vaticano expresa su intención de erradicar estos actos de fe en lo que sería un caso insólito y único: la Santa Sede desalojando a la Virgen.
Nos preguntamos con toda sinceridad ¿Y si acaso esto de la Virgen del Cerro se hubiera manifestado al estilo de Bernardette y Lourdes, o los pastorcitos y Fátima, sin las colosales facturaciones que se sospechan ¿El arzobispado se habría encrespado como los gatos antes de la pelea? ¿Cuál es la mayor preocupación de la Curia sobre esta cuestión, que la Virgen se manifieste o que algunas cuentas bancarias que no son las de su economato se abarroten? ¿Estarían ahora estas organizaciones ateas, arreligiosas amparando a las hermanas? ¿Estaríamos ante la vergüenza de ver monjas y clérigos tirándose expedientes judiciales por la cabeza? Y lo más grave: ¿La grey católica de Salta se habría divido en facciones ya casi irreconciliables?
En la historia de esta Salta hemos tenido al Señor del Milagro como gobernador cuando José María Todd le dejó su bastón de mando mientras arreglaba un asunto territorial con los tucumanos, o aquel conflicto cuando sonaron todas las campanas, pero la propuesta de estos grupos insurrectos para el próximo martes constituirá un capítulo histórico en la centenaria fe de Salta, seguramente el más infame y deshonroso para la jerarquía católica de Salta por haber sido incapaces de mantenerse en el justo medio de la prudencia para zanjar una situación que puesto en clave de vergüenza ante el país a la provincia de Salta.
¡Cuánta razón tenía José Hernández cuando escribió en el Martín Fierro: ““Los hermanos sean unidos/porque esa es la ley primera;/tengan unión verdadera/en cualquier tiempo que sea,/porque si entre ellos pelean/los devoran los de afuera.”!