Claudia Piñeiro: “El lenguaje ordena pero al mismo tiempo disciplina la realidad”

La literatura dialoga a veces con una época y otras trabaja a contrapelo de ella: en la intersección de esas dos perspectivas la escritora Claudia Piñeiro sitúa su nuevo libro, “El tiempo de las moscas”, una historia en la que retoma a la protagonista de “Tuya”, la mujer que asesina a la amante de su marido y que 15 años después sale de cárcel para confrontarse con una sociedad que ya sin la marca más atávica del patriarcado la fuerza a apurar y hasta simular su desconstrucción, en una historia que captura debates y puntos ciegos en torno a los femicidios, la muerte y la maternidad.

Nada menos que un asesinato, un divorcio, una hija que la niega y una década y media de cárcel separan la antigua fachada de rutina familiar que Inés sostuvo durante casi 20 años, de la drástica refundación que para ella tiene lugar cuando tras recuperar la libertad decide cambiar de nombre, eligiendo precisamente uno que deje en claro todas las máscaras que han caído con el fin de su matrimonio, ahora sintetizadas en las dos primeras letras de su nuevo apellido:  antes Pereyra, ahora Experey.

“Yo no quise matar a una mujer, quise matar el dolor que me provocaron”, se repetirá a sí misma Inés como un subterfugio para atenuar el impacto de su delito. Un crimen con el sello del patriarcado: una mujer que castiga a otra con la muerte por haberse atrevido a poner en crisis el mandato de una vida simulada de consagración a la familia. Así concluía “Tuya”, la novela que Piñeiro publicaba allá por 2005 y que hoy retoma con la misma protagonista para dar cuenta de un paisaje donde las nuevas marcas epocales no llegan a ser del todo asimiladas por el personaje, pero Inés es una mujer prágmática, indolente por momentos, y sabrá camuflar con astucia lo que no comparte, aunque su escuela sea otra y suelte al pasar: “La mayoría de nosotras se ha prostituido en alguna relación con los hombres”.

En la vida de Inés, las relaciones con las mujeres son los desencadenantes de sus mayores clivajes, su descenso primero y su redención después. El asesinato de esa mujer a quien todo el tiempo evoca como “Tuya” la empuja a la cárcel, pero será en ese lugar -que el imaginario asocia solamente a la degradación y a la ferocidad- donde construirá el primer vínculo genuino y recíproco de su vida: su amistad con “la Manca”, la mujer con la que se reencontrará en la libertad y con la que fundará la empresa de investigaciones y fumigaciones MMM (Muerte, mujeres y moscas). La amistad es otros de los ejes de esta historia que además cuestiones los vínculos o creencias tramados por la biología, desde la maternidad hasta la familia y la eutanasia.

Después de “Catedrales”, una novela que como otras obras suyas volvía a plantear la cuestión del aborto, esta vez en la antesala de los debates que a fines de 2020 dieron lugar a la ley de interrupción voluntaria y legal del embarazo, la narradora vuelve a escena con “El tiempo de las moscas” (Alfaguara), un libro que dialoga con los feminismos pero también problematiza sus zonas difusas. “¿Los únicos que odian a otra mujer por su condición de mujer son los hombres? También hay mujeres que odian a una mujer por su condición, eso lo sabemos porque estamos rodeadas de mujeres que son absolutamente machistas y patriarcales”, dice Piñeiro en entrevista con Télam.

Foto Gustavo Amarelle

– Télam: El punto de vista parece crucial para instalar algunos de los temas de la novela. Por un lado la condición de outsider de Inés, una mujer que se asoma abruptamente a una realidad que se fue gestando en los últimos años y de la que ella estuvo ajena, y por el otro la decisión de que las ideas de un patriarcado residual estén encarnada en una mujer y no en un varón ¿En qué medida estás elecciones definen la forma de la novela?

-Claudia Piñeiro: Por un lado es cierto que Inés sale de la cárcel y debe socializar pero al mismo tiempo hay algo paradójico en eso porque ella es una mujer que antes de estar en prisión no tenía amigas, vivía en apariencia para su marido y la hija, pero no tenía un vínculo social más allá de esas apariencias, y en esos 15 años que está presa es cuando realmente logra hacer un vínculo social con sus compañeras de prisión. Me deja pensando cuánto más social fue lo que tuvo en la cárcel que lo que tuvo antes.

El gran desafío era traer a un personaje como ella, totalmente machista, modificada por esos 15 años que estuvo privada la libertad, pero también porque sale a un mundo donde las cosas que ella decía, hoy que nos pueden causar gracia. En un momento dice “yo antes sabía ser mujer pero tengo que aprender a ser otro tipo de mujer”. Y como es muy pragmática va a tomar lo que le convenga: hay cosas que aceptará porque le parecen bien y otras porque le conviene. Y también habrá cuestiones de la sociedad pasada que en cambio se le escaparán porque no las puede controlar.

Creo que el rol del machismo tenía que estar encarnado en una mujer y no en un hombre, porque si no, siempre caemos en el enfrentamiento de las mujeres con los varones y en realidad se trata de mujeres enfrentadas contra un sistema patriarcal que puede ser encarnado por hombres y por mujeres. Si hubiera planteado estas cuestiones con un personaje masculino creo que hubiera impedido plantear otras cosas que hay que pensar, sobre todo hacia adentro del movimiento, además de quedar hoy como un planteo antiguo. Ya hablamos de lo que representa el machismo y de hecho no es que todo eso se extinguió sino que sigue presente. Por eso la idea era disparar otros planteos.

-T: Inés parece justamente una mujer deconstruida más por astucia o supervivencia que por convicción ¿Es un emergente de otras mujeres que por no “caerse” de la época deben aceptar sus reglas aunque no las entiendan o no las compartan del todo?

-C.P.: Exactamente, si vos le explicás a algunas mujeres de generaciones como la mía una circunstancia que tiene que ver con la falta de derechos, la falta de oportunidades o la violencia la van a entender racionalmente, pero en el momento de “lo espontáneo” a algunas le siguen costando asimilarlo porque son muchos años de haber sido educadas de una manera. Hay personas que pueden tener la voluntad del cambio, pero que no es tan fácil.