Tim Maughan:”Diría que Rush representa en el libro muchos de los conflictos que tengo yo en la vida real”
¿Podríamos vivir sin Internet? ¿Cómo sería el mundo tras un colapso tecnológico, sin conexiones? En una novedosa y arriesgada fusión entre distopía y ciencia ficción, el escritor escocés Tim Maughan presentó en Buenos Aires su novela “Detalle infinito”, una historia lúdica y con rasgos cinematográficos que atraviesa un mundo signado por el fin de internet y el colapso de un sistema que pone en jaque el devenir de la humanidad y apela a la ternura de los personajes para hacer frente a esta nueva realidad.
Ficción especulativa. Distopía. Ciencia ficción. Es complejo definir el género de “Detalle infinito”, una novela ágil y provocativa que nos conduce, durante la lectura, a las preguntas más existenciales. Es inevitable cuestionarse qué haríamos (y no ponerse un poco nervioso) ante un colapso tecnológico. Una vida sin internet. Un mundo desconectado.
Tim Maughan orquesta con maestría y estilo un elenco de personajes que buscan reestablecer, en medio de ese colapso, los lazos colectivos rotos. Una novela que se lee pero también se mira como una película gracias a los flashbacks, los saltos temporales y la propuesta de juego que propone el autor. El antes y el después del crush.
Un acto de ciberterrorismo colapsa la infraestructura del sistema capitalista: el sistema financiero, las cadenas de suministro, las telecomunicaciones, la vigilancia. El mundo tal como lo conocemos, destruido. Y varios mundos posibles por delante.
Maughan es periodista y escritor. A través de la no ficción explora temáticas vinculadas a las ciudades, las clases sociales, la tecnología y el futuro en medios como BBC, Vice, New Scientist. “Detalle infinito” (Caja Negra) es su primera novela y fue seleccionada por el periódico británico The Guardian como el mejor libro de ciencia ficción y fantasía en 2019. Invitado por Filba, el escritor se disculpa por el español nulo y conversa con Télam sobre el éxito de su primera novela.
-La contratapa del libro dice que “Detalle infinito” es un libro sobre utopías fallidas. ¿Qué herramientas tiene la literatura y qué aportes hace para poder pensar una distopía como el posible fin de internet?
–Me siento bastante incómodo con el término distopía. Diría que esa dualidad entre distopía y utopía es falsa, también. Es un rasgo de Occidente, creo, considerar las cosas en términos duales, de bueno o malo. Durante un tiempo estuve, hace algunos años, trabajando en China, viendo sus condiciones de trabajo, de clima, de producción. Era un trabajo como periodista, pero muchas de las cosas que vi fueron material para mi ficción. Y en Estados Unidos todo es una distopía, incluso la vida real de otras personas en otros países. Cuando uno anda por el mundo, cuestiones que pueden parecer distópicas en Occidente, quizás no lo son. Es la realidad. Por otro lado, no niego las distopías y creo que muchas veces es útil llamarlas así. Si está bien hecha, con la funcionalidad de contar que hay cosas que deberían preocuparnos, entonces sí. Que llame la atención. Este libro trata de hacer eso, sí, pero no tiene respuestas. Por el contrario, se hace preguntas. Supongo que el hecho de que el libro esté organizado en “antes” del colapso y “después” del colapso hace que “el después” sea liberador y “el antes” sea opresor.
-En un momento, uno de los personajes principales, Rush, dice que el experimento utópico del fin de Internet plantea el mismo dilema moral que el de tantos estados del mundo, que es cambiar la libertad por una cierta sensación de seguridad. Como persona y como autor, ¿estás de acuerdo con esta idea?
–Diría que Rush representa en el libro muchos de los conflictos que tengo yo en la vida real. Sus opiniones son mis opiniones, en algún punto. Él representa de algún modo mi ingenuidad, el rasgo que tenemos los dos de simplificar las cosas. El libro plantea preguntas que yo me hago en mi vida. Creo que Rush ve ese colapso, el fin de internet, como un experimento, mientras que otros personajes no lo ven de este modo. Rush ve el fenómeno como una pregunta, mientras los demás lo ven como respuestas ante la realidad que viven. Y ese es el tipo de conflicto que yo tengo también.
-Sobre la estructura del libro, hay algo lúdico en los saltos: los capítulos en “antes y después” del apagón, los saltos temporales, e incluso el ir y venir en las historias de los personajes principales. ¿Hubo una búsqueda y una intención literaria en ese sentido?
–Sí. Para mí es muy importante pensar la literatura desde un lugar lúdico, me pasa especialmente como lector. Me divierte eso. Pienso en la película de Tarantino, “Pulp Fiction”: que está construida de un modo en donde hay mucho juego con la temporalidad, y no se revelan todas las cosas fácilmente. En ese entonces yo estaba en mis veintipico y supe que era el tipo de historia que quería construir. Me gusta que la lectura de la novela resulte un poco compleja, un poco difícil, jugar con eso, entregar la información de a poco. Porque como lector me gusta sumergirme en las historias y que no me cuenten todo en el primer capítulo. En este sentido las personas que más me influenciaron son J.G. Ballard y William Gibson. Es un tipo de técnica narrativa que se ve mucho en shows de televisión o en series, como por ejemplo “Lost”.
Escribo de un modo muy visual, con una impronta cinematográfica; obviamente no soy un artista, y por eso escribo novelas: porque me gusta tener el control. Trabajé ocasionalmente en televisión y en producción audiovisual, participé de una producción de Netflix que fue muy estimulante, pero en esos campos no tengo el control. Y cuando escribo una novela, estoy yo solo, lo controlo. De hecho nadie leyó mi novela antes que estuviera terminada. Bueno, quizás mi mujer, pero nadie más.
-Hay algunas cuestiones que aparecen como secundarias en el libro pero que de todos modos son muy potentes, como el racismo, la diferencia de clases y la esclavitud. ¿Son temas que te interesan más allá de la ficción, o funcionan como herramientas para el relato literario?
–El libro existe gracias a estos temas, son los temas que más me interesan, no solamente en mi trabajo de ficción sino también en mi trabajo como periodista. Hablar de racismo puede ser complejo, sobre todo hablar de racismo en Estados Unidos. Incluso hablar sobre racismo en Bristol lugar en el que viví 10 años (en Canadá). Pero creo que este libro hubiera sido horriblemente deshonesto si no hablaba de racismo, si hubiera pretendido que el racismo no existe. Hay muchísimos autores y libros hablando de Bristol o de Nueva York como ciudades en las que sólo hay población blanca, clase media blanca. Y no quise hacer eso.
El riesgo de hablar de racismo siendo blanco y no hacerlo del todo bien fue para mí más importante que no hablar de racismo. Me parece más importante intentarlo que fingir que no existe. El uso de la tecnología, además, no impacta de la misma manera sobre la clase media blanca que sobre otras comunidades. Especialmente la violencia en internet. Las comunidades marginadas son las que con mayor impacto reciben la violencia tecnológica. Por ejemplo, ahora en Estados Unidos es usual encontrar cámaras de Amazon en los timbres de las casas, “por seguridad”, para mirar las caras de las personas que hacen delivery. Y en Estados Unidos las personas que trabajan haciendo delivery son, mayormente, negras o latinas. Una tecnología de clase media, vendida para la clase media, para controlar a las clases bajas. En este sentido, creo que la ficción me permite hablar de las cosas que me interesan de un modo mucho más genuino y libre que el periodismo.
-En un tramo de la historia uno de los personajes dice que este colapso le resulta tanto agresivo como familiar, y otro dice que es bello y terrorífico. Se plantea en términos duales. ¿Lo sentís en este sentido, una especie de blanco y negro?
–Sí. Probablemente por ser de la generación que soy, crecí en un ambiente oscuro y algo deprimente, crecí con el cyberpunk… que podría pensarse en términos distópicos, pero también fue puro disfrute. Y ese es un conflicto con el que siempre lidié. Lo que pasó en la pandemia es un ejemplo de esto mismo. Pasé el aislamiento en Canadá, obviamente los pubs y clubs estaban cerrados, pero tuvimos estos espacios de encuentro, tipo playgrounds. Y para mí era muy divertido, pero también muy terrorífico porque había olas y olas masivas de contagio de Covid-19. Esa rebeldía de las distopías pueden ser muy excitantes, y espero que eso esté en el libro, pero no significa que esas rebeldías sean siempre para bien.
-A pesar de la situación de colapso tecnológico, en casi todos los personajes hay rasgos de ternura. Rush en su noviazgo con Scott, Mary y sus lazos con el pasado, Tyrone con la música. ¿Hubo una intencionalidad literaria de humanizarlos en medio de ese contexto deshumanizado?
–Sí. Esos rasgos o características de los personajes no desaparecen en las distopías. Y en la vida real tampoco. Cuando el libro salió recibí muy buenas críticas, pero también algunos comentarios como: ¿por qué en un libro distópico se habla de música? Y bueno, yo hablo en mi vida de música, escucho música para mi ansiedad, es mi modo de escape. Los escapes son muy importantes, en la vida real y para los personajes en la ficción; eso sí, tenemos que ser muy cuidadosos de no tener sólo escapes. Los rasgos humanizados de las personas no se evaporan ante un colapso del sistema, por el contrario, creo que esos rasgos se concentran y se vuelven más poderosos. El mundo puede cambiar, pero las personas no. Lo que para unos es una utopía para otros es una distopía y eso es según desde donde se mire el fenómeno.