Lucio Consolo: “Uno de los trabajos que uno tiene como músico es escuchar todo”

Antes de la presentación de este viernes en el porteño Complejo Art Media, el músico Lucio Consolo, cantante y co-fundador de Peces Raros, aseguró que “hay una construcción romántica relacionada a la música que está súper discutida”, al conversar con Télam sobre el panorama musical actual y el camino de “libertad electrónica” que encontró junto a su aliado Marco Viera.

Tras unos primeros pasos dentro de la escena indie platense condensados en su primer disco “No Gracias”, el grupo fundado por Consolo-Viera fue despegándose de las influencias que traían del cancionero popular del rock local y brit-pop, mientras se sumergía dentro de las texturas, el pulso de la electrónica y reformulaba, puertas adentro, cómo transformar la experiencia de sus directos.

A partir de “Anestesia”, de 2018, Peces Raros se asentó dentro de esa fusión de guitarras con sintetizadores y máquinas de ritmo, y fue diseminando su propuesta entre la cultura rave y el público rockero y festivalero: sólo este año aportaron a la diversidad de festivales como Cosquín Rock y Rock en Baradero y hasta se mezclaron con un artista urbano como el rapero Trueno con el remix de “Cicuta”.

“Siempre me digo a mí mismo que uno de los trabajos que uno tiene como músico es escuchar todo. Eso no significa que te guste todo.”Lucio Consolo

Con el influjo de las fiestas electrónicas, Peces Raros contará con su “puesta en escena más severa” para potenciar la “experiencia audiovisual” de su presentación de este viernes en el espacio de Av. Corrientes 6271 del barrio de Chacarita, donde revisitará el repertorio de “Dogma”, el sucesor de “Vendaval” de 2020, que presentó meses atrás con una función agotada en el local Groove de Palermo.

Télam: Hay a veces una mirada prejuiciosa desde el rock para con el lenguaje de la música electrónica ¿Están buscando derribar algunos prejuicios? ¿Cuánto influye en esta aceptación la llegada de una nueva generación en la escena musical?

Lucio Consolo: Primero considero que estas generaciones no tienen la necesidad de que aquello que suene, suene a real. Hoy hay una proliferación de géneros y de producciones musicales que no están relacionadas con una fuente sonora como un instrumento acústico o noción clásica de instrumento. Eso pone en jaque una construcción romántica relacionada a la música que está súper discutida. Más bien pienso que cambió la predisposición de la escucha; hay una barrera derribada. En ese contexto, la electrónica probablemente se haya metido con ese asunto mucho antes que cualquier otro género, o tal vez a la par del hip-hop, con su concepción del “sampleo” como recurso compositivo. La electrónica estuvo ahí desde finales de los 70. También es cierto que hay cierta dicotomía que se plantea entre el rock y la electrónica que hoy creo que está saldada por la naturaleza de la producción musical o por el cambio de escucha en las audiencias. Hay cierto aspecto que ha quedado resuelto, o al menos parcialmente. Lo rico del arte son también las discusiones que se libran. Y no desde el prejuicio o la postura que te lleva a no escuchar algo. De hecho, siempre me digo a mí mismo que uno de los trabajos que uno tiene como músico es escuchar todo. Eso no significa que te guste todo. Cuando las discusiones se saldan a través de la producción, hay ahí un gran punto de construcción que te permite jugar con lo simbólico, con algo que probablemente termine enriqueciendo la obra.

T: ¿Cuándo se cruzó en la historia de Peces Raros el lenguaje de la música electrónica como un camino posible? ¿Cómo resignificaron la conexión en directo con el público?

LC: Bueno, nosotros veníamos de una escuela de rock y de rock nacional en la que aún nos referenciamos, porque venimos de ahí. Charly García, Spinetta, Miguel Abuelo, Tanguito, Moris y, obviamente, también instituciones musicales como Beatles, Rolling Stones y todo ese universo musical. En un viaje a Mar del Plata, empezamos a ver que pasaba algo con la electrónica, que los pibes y nuestros amigos estaban muy prendidos en esa. Nosotros éramos estudiantes de la Facultad de Artes de La Plata, donde había un abordaje musical academicista muchas veces. Yo en particular estudié música popular, porque la electrónica no es un género que ni siquiera se aborde narrativamente y en ese momento, no existía ni como idea en un texto. Nada. No estaba institucionalizada no creo que por una cuestión de negarla, sino por la imposibilidad de hacer una aproximación académica. En Mar del Plata fuimos a ver a Richie Hawtin y a otros que no conocíamos y ahí tuvimos una experiencia que nos corrió de un montón de ejes, que no tenía que ver pura y exclusivamente con una relación de espectador y objeto. Eso estaba completamente roto dentro de esa experiencia electrónica, o al menos no era palpable así de primera. No estaba todo ordenado en torno a eso. Después, qué había una propuesta de show lumínico y una propuesta sonora en el abordaje del audio que no habíamos encontrado nunca en un show de rock.

T: ¿Cuándo empezó a filtrarse esa influencia dentro del proceso creativo del grupo? ¿Se podría decir que ganaron en libertad?

LC: En el 2014, sacamos nuestro primer disco “No Gracias”, donde había una cazuela de influencias y géneros, y una urgencia por sacar algo e instituirnos como proyecto. A los dos años, editamos “Parte de un Mal Sueño”, pero ya en ese tiempo no queríamos tocar más en vivo el repertorio del anterior, porque automáticamente nos había dejado de representar. Hubo un proceso en el medio, obviamente, pero fue bastante urgente. Y se podría llegar a traducir en mayor libertad, pero en realidad tiene que ver con esta idea de que no hay una cuestión tan espesa en torno a la idea de originalidad. Una idea que sí está muy presente en el rock o en casi toda la música que conocemos, donde el autor no es disociable de la música. En el fondo, en la electrónica tampoco, pero hay otros procesos en el medio que generan esa distancia. Probablemente, esa sea su libertad.

T: Y de algún modo esa búsqueda fue radicalizándose en los discos que llegaron después como se trasluce en “Anestesia” (2018) y “Dogma” (2021)? ¿Piensan prescindir en algún momento definitivamente de las guitarras eléctricas?

LC: No estamos negados a la idea. De hecho, en el último disco hay temas donde ni siquiera asoma una guitarra como en “Aluminio”, “Misceláneas, “Fabulaciones” y “Espora”. Pero, volviendo a esa idea, nosotros estamos todo el tiempo buscando de dónde sacar o qué fotografía mirar dentro de este paisaje musical tan amplio. Hay muchos géneros incipientes, muchos artistas nuevos y el panorama musical es muy distinto al de 10 o 15 años. Siempre estamos buscando nuevos faros, buscando otras luces que nos llamen la atención. Y capaz llegamos a un lugar nuevo, aunque también a experimentaciones de descarte; componer es corregir y descartar. En “Dogma” habíamos coqueteado mucho con gestos que no eran de la electrónica. Aunque estemos siempre al día con esos lanzamientos y con los últimos productores, también incorporamos a nuestra vida como oyentes y productores musicales otras cosas que no tienen nada que ver. Chet Baker, Goyeneche, The Beatles. Ahora, por ejemplo, estamos por lanzar un nuevo EP donde probablemente se revele nuestra versión más techno. Pero al mismo tiempo también hay una apelación a la canción bastante intensa. En el medio siempre nos cruzamos con géneros, discos, artistas e ideas que, en el mejor de los casos, nos ayudan a ponernos a jugar. Y sólo de vez en cuando juntamos algunos objetos y nos queda algo precioso.