Ronsino: “Creo que todo texto literario suena de alguna forma”
Además del mandato de convertirse en músico, el protagonista de “Una música”, la nueva novela de Hernán Ronsino, hereda de su padre un campito en el conurbano y se ve obligado a reconstruir su vida desde ese margen ruinoso, un tema que el escritor magistralmente trabaja desde el lenguaje y en la trama en sus anteriores libros “La descomposición”, “Glaxo”, “Lumbre” y “Cameron”, que lo consagraron dentro y fuera del país y que le hicieron ganar reconocimientos, como el primer Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires que sumó recientemente a sus galardones.
Una música cruza de punta a punta el libro de Ronsino recién publicado por Eterna Cadencia. En realidad son varias músicas. En el orden de la historia hay una canción que el padre del protagonista escucha en un taxi al llegar a Nueva York y cuya obsesión lega también a su hijo, Juan Sebastián Lebonté, para quien imagina una carrera musical que se bifurca de la suya, atravesada por la relación con el dinero. La narración está impulsada, entre otros desvíos, por la ausencia de datos certeros en torno a la biografía del músico, un enigma que cifra el devenir de la historia.
En el transcurso del texto, esa omisión biográfica del músico y de su música se va transformando en literatura. Una operación similar, pero en sentido contrario, de cómo la escritura literaria de Ronsino se transforma en música.
“Lo que me interesaba explorar era lo que hace el protagonista con la herencia que deja su padre: cómo elige, cómo decide volver a imaginar una vida posible, una vida simple y genuina, a partir de la intervención sobre una comunidad en ruinas”Hernán Ronsino
El otro ritmo de la novela es el de la trama y el tejido de las palabras. El lector no puede dejar de escuchar la musicalidad, la fina respiración de Ronsino durante el relato, quien tuvo que escribir dos veces esta novela para lograr esa música, según confiesa a Télam.
Aunque la historia no transcurra en el pueblo natal del narrador, Chivilcoy aparece en el clima bonaerense de la novela. La geografía desgastada de los márgenes, las vías, el río, el puente son el fondo donde el protagonista lleva en sus hombros, como el pobre Eneas -el personaje de la mitología grecorromana- el peso del padre, un hombre oscuro que hizo negocio con el gobierno durante la última dictadura militar.
Ronsino, nacido en 1975, es uno de los mejores escritores menores de 50 de la Argentina a partir de una obra sólida, coherente. La fantasía que se va generando durante “Una música” hace pensar que esta novela, que se puede inscribir en la línea de “Zama” de Antonio Di Benedetto, crecerá con cada nueva lectura y cada nueva crítica.
– En esta novela aparece muy fuerte la relación padre e hijo, inscripta en un viejo tópico literario desde el personaje mítico de Eneas trasladando a Anquises en sus hombros hasta el personaje de Juan Preciado que busca a Pedro Páramo en la novela de Juan Rulfo ¿Cómo ves esta relación que te llevó a tejer esta historia en tu novela?
– Es cierto que hay una larga tradición en la literatura sobre este tópico en torno al padre. Pero nunca pensé, precisamente, a esta novela en línea con ese tópico porque lo que me interesaba explorar era más que la sombra del padre, lo que hace el protagonista con la herencia que deja su padre. Es decir, cómo elige, cómo decide volver a imaginar una vida posible, una vida simple y genuina, a partir de la intervención sobre una comunidad en ruinas. La idea de la reinvención de la ruina es algo que siempre aparece como tema en todos mis libros. Podría decir, la ruina en la periferia. Hay algo en esa combinación que me interesa mucho en términos narrativos, como búsqueda narrativa porque creo que se puede encontrar un nuevo sentido posible en esa intervención, por ejemplo, en una calesita abandonada a orillas de un río contaminado, ¿no? Hay una posibilidad nueva en esos objetos que están desplazados, hay una nueva chance, como la que decide tener el narrador. La escritura que me interesa es la que vuelve a pensar sin urgencias lo que quedó desplazado.
“Hay una elección de bajarse de una vida materialmente resuelta hacia una periferia olvidada y contaminada. Ese corrimiento es el que me interesaba. Esa forma de desclasarse para encontrar un lugar propio”
– Hay dos registros en la novela que parecen el sueño de Borges logrado: una escritura europea apropiada y una narrativa bonaerense para universalizar ¿Cómo trabajaste ese cruce de registro ya presente en otros libros tuyos?
– Un eje que me ordenó el proceso de escritura fue trabajar en torno a la idea de progreso. ¿Cómo funciona eso en un artista? ¿Qué significa progresar? Justamente a contrapelo del mandato del padre que usa la metáfora de la escalera, la estructura de la novela se organiza con la lógica del descenso. Va bajando lentamente de una posición acomodada, burguesa hacia la periferia del conurbano. Hay una elección de bajarse de una vida materialmente resuelta hacia una periferia olvidada y contaminada. Ese corrimiento es el que me interesaba. Esa forma de desclasarse para encontrar un lugar propio. La idea de progreso, en este sentido, me parece una trampa no sólo para la trama interna de un texto sino para la idea de obra de todo artista. Antes me refería a la idea de ruina y creo que no podemos pensarla sino es en estrecha relación, como contrapunto de la idea de progreso. En “La descomposición”, mi primera novela, hay una reflexión sobre esa especie de utopía que Sarmiento tenía para ocupar la pampa, la idea de distribuir la tierra al estilo de los farmers norteamericanos. Y visualizó en mi pueblo, en Chivilcoy, esa posibilidad. Por eso Chivilcoy se convirtió en “el pueblo de Sarmiento”. Una utopía de progreso pampeano que fracasó. En “Una música” se explora algo parecido pero en la periferia del conurbano, ahí donde la mancha urbana se va disgregando poco a poco y comienza a confundirse con el comienzo del campo.
“El protagonista de esta novela busca un lugar donde empezar de nuevo. Y empezar de nuevo es empezar de nuevo. Por eso pienso que la escritura de esta novela, escrita dos veces, y el destino de su protagonista se encuentran en una curiosa circularidad”
– Tu prosa tiene una musicalidad, una puntuación, una respiración propia que parece tener una música ¿cuánto influye la música en tu literatura?
– Creo que todo texto literario suena de alguna forma. Y es ese sonido una de las cosas que más me atraen de la escritura. Pero es a su vez lo que más trabajo lleva. “Una música” la escribí dos veces. Como si fueran dos grabaciones distintas que llevan el mismo título. La primera versión la empecé en 2014 y la terminé en 2017. Una vez terminada me di cuenta de que me había extraviado. Había algo, justamente, del sonido de la prosa que no me convencía y es lo que me hizo volver a escribirla. Me llevó un año más o menos encontrarle la punta al ovillo. Y eso ocurrió cuando apareció el territorio que pudiera contener la historia. Es decir, necesité la cercanía de un puente ferroviario y de un río. En esa orilla se gestó el destino de una fuga. Porque el protagonista de esta novela busca un lugar donde empezar de nuevo. Y empezar de nuevo es empezar de nuevo. Por eso pienso que la escritura de esta novela, escrita dos veces, y el destino de su protagonista se encuentran en una curiosa circularidad.
– ¿Cómo encontraste esa geografía de los márgenes tan particular?
– Casi en paralelo a la edición que hacíamos con Luciano Guiñazú y Sebastián Russo de la revista Carapachay, una revista que pensaba la orilla, la deriva, la geografía del río, fui escribiendo la novela. De modo que ciertos temas que indagamos durante seis años en esa revista también fueron importantes en la escritura de la novela. Pienso en dos autores que siempre me interesaron en torno a la orilla: Haroldo Conti y Enrique Wernicke. Pero en la novela hay una presencia muy fuerte de una voz misteriosa, extraña para la literatura argentina como es la voz de W. H. Hudson. Volver a Hudson como se vuelve a un clásico que nunca envejece y que siempre devuelve una mirada nueva sobre cosas viejas.