Los 5 candidatos al Premio de Novela Fundación Medifé Filba
Las novelas “La jaula de los onas”, de Carlos Gamerro; “Modesta dinamita”, de Víctor Goldgel; “Olimpia”, de Betina González; “Materiales para una pesadilla”, de Juan Mattio, y “Hay que llegar a las casas”, de Ezequiel Pérez, integran la selección final del Premio de Novela Fundación Medifé Filba, que tras una lista inicial de diez elegidos redujo las candidaturas a la mitad y en diciembre dará a conocer al ganador o ganadora del certamen
Con tres nombres reconocidos en el ecosistema editorial -Gamerro, González y Mattio- y dos que han cosechado elogios pero aún no han alcanzado la circulación deseada -Pérez y Goldgel- la lista difundida da cuenta de narrativas que orbitan en torno a la memoria, la voz de los pueblos originarios, la pregunta por la presencia del pasado en el presente o el vínculo entre la naturaleza y el progreso, entre otras cuestiones.
Los cinco finalistas anunciados este martes por la organización surgieron de 201 originales recibidos, compactados luego en un listado de diez y reducidos ahora a cinco, última instancia antes de conocerse en diciembre el nombre del ganador o ganadora.
“La invitación del Premio Fundación Medifé Filba sigue siendo la misma: a leer estas novelas y dejarse atrapar por personajes y realidades alternativas”, remarcan los organizadores.
Con una dotación que creció un 50 por ciento respecto a la edición anterior para pasar de 500.000 a 750.000 pesos, la obra ganadora se sumará a los dos textos consagrados en las dos ediciones anteriores: “El último Falcon sobre la tierra” (Baltasara Editora), de Juan Ignacio Pisano, y “Los llanos” (Anagrama), de Federico Falco. La elección estará a cargo de un jurado integrado por María Teresa Andruetto, Mariana Enriquez y Fabián Casas.
Con una hipótesis inquietante que reflexiona en torno a la biología, la herencia y la barbarie que late debajo de toda cultura cuando se percibe superadora, en “La jaula de los onas” (Alfaguara) Gamerro hace pasar por el tamiz de la ficción un episodio que tuvo lugar en el marco de la civilizada París de 1889, cuando nueve personas nacidas en Tierra del Fuego fueron expuestas en una jaula y alimentadas con carne cruda: sucedió durante la Exposición Universal y el autor de “Facundo o Martín Fierro: los libros que inventaron la Argentina” lo recrea para exponer la crueldad europea positivista del siglo XIX como espejo de atropellos posteriores.
El Premio Fundación Medifé Filba, inspirado en el Man Booker, tiene como objetivo dar cuenta de un mapa de narrativas de la producción editorial del año anterior.
La obra toma recursos de la novela decimonónica, una elección que en la mirada del escritor se puede interpretar como un homenaje al legado que tuvo esta literatura en la construcción de su escritura. “Las novelas del siglo diecinueve tienen algo muy atrayente: su hospitalidad. Nos dejan entrar en su mundo y habitarlo como un ciudadano más, día tras día, noche tras noche: uno no sólo lee sino que vive en una novela de Jane Austen, Balzac, Tolstoi o Dostoievski”, decía Carlos Gamerro en una entrevista a Télam a propósito de los disparadores del libro.
Sin llegar a la distopía pero sí desde una mirada inquietante de la ciencia como una disciplina proclive al desmadre, Betina González, que se hizo conocida precisamente por una distinción -el Premio Clarín de Novela en 2006 por su obra “Arte menor”-, plantea en “Olimpia” la experiencia de un científico que junto con su mujer deciden criar a una mona junto a su hijo recién nacido, acaso para demostrar los borrosos que pueden ser los límites entre la animalidad y la humanidad.
Otra de las seleccionadas es “Materiales para una pesadilla” (Aquilina Ediciones), segunda novela de Juan Mattio, que después de su debut en el género con “Tres veces luz” urde una matriz fragmentaria que anuda las vidas de una investigadora obsesionada con una máquina diseñada durante la dictadura, una programadora que desea comunicarse con los muertos y un escritor que integró las filas de los servicios de inteligencia. “Una memoria es también todo el olvido y todo el secreto y todo el silencio del que somos capaces”, dice el narrador de esta historia que funde la ciencia ficción con el policial.
La novela reflexiona en torno a lo que ocurre con la memoria cuando desaparecen sus soportes materiales -concretamente cómo será leída y evocada la feroz experiencia de la dictadura militar cuando la totalidad de los represores y sus víctimas ya no estén vivos- y cómo el lenguaje se puede constituir en máquina de sentido y de deriva al mismo tiempo.
“El lenguaje es la única herramienta que tenemos para conocer el mundo y es una materia opaca, oscura que está llena de ambigüedades”, decía Mattio hace unos meses en una entrevista con Télam. Y acotaba: “A veces creemos que estamos a salvo y aliviados en el lenguaje y mi experiencia personal es que no es ninguna de las dos cosas sino que es un lugar aterrador. Conviví con personas cuyos discursos estaban completamente fuera de control y viví la experiencia de cómo el lenguaje puede no dar ninguna cuenta de la realidad”.
Uno de los títulos menos conocidos de esta selección es “Hay que llegar a las casas” (Editorial Libros de UNAHUR), primera publicación de Ezequiel Pérez, un docente de Filosofía y Letras nacido en Ramallo que en este texto fusiona elementos del fantástico con los rituales de un pueblo dormido a la vera del río, “como si una trama de Saer hubiera sido intervenida por Stephen King”. El libro fue finalista del Premio de Novela Futurock y recibió el Premio Especial del Concurso de Letras del Fondo Nacional de las Artes en 2020.
Con intromisiones del terror y el suspenso, pero también desde una lírica que jerarquiza los silencios y los diálogos escuetos, la obra registra las conversaciones de cuatro varones en torno a un pueblo: tres viejos que no se fueron nunca y un joven que acaba de volver después de años. Los personajes se van entrelazando en ruedas de mates y borracheras, y se van mezclando con los ruidos del río a la noche, de tiros lejanos o de un hermano muerto en una casa próxima.
Finalmente, otro de los textos elegidos que circularon con menos ruido pero aún así tuvieron miradas elogiosas -como la del crítico Damián Tabarovsky que la definió como “tal vez, la más grande novela argentina contemporánea sobre el anarquismo- es “Modestia dinamita” (Blatt & Ríos), de Víctor Goldgel, que narra la historia de Floreal, un imprentero anarquista al que evocan en la noche de su muerte nueve personajes que recorren un siglo de luchas a través de relatos íntimos en los que se entrecruzan el amor y el humor negro. Es una ficción polifónica que captura tensiones en torno a la política, la violencia o la injusticia, y que puede leerse como espejo de muchas de las discusiones que atraviesan el presente.
El Premio Fundación Medifé Filba, inspirado en el Man Booker, tiene como objetivo dar cuenta de un mapa de narrativas de la producción editorial del año anterior