El legado imborrable que dejo Noé Jitrik
El recorrido intelectual de Noe Jitrik, fallecido a los 94 años en Colombia, ha dejado una estela imborrable en el horizonte de la cultura y la literatura argentinas, desde libros que ya pasaron a ser clásicos dentro de la Academia, como “Muerte y resurrección del Facundo”, hasta la forma de proyectar, organizar y pensar de profesores y escritores no solo de Argentina sino de toda la América hispana.
Para trazar el recorrido del intelectual Noé Jitrik solo basta ver como se mantienen vivas sus ideas entre los alumnos y discípulos que tuvo durante su larga trayectoria. Los escritores Guillermo Saccomanno y Carlos Gamerro y la poetas María Negroni junto a Daniel Freidemberg son parte vital de ese pensamiento e impronta que el crítico argentino dejó como fuerte herencia.
Uno de sus más grandes amigos y discípulos, Saccomanno, funciona como sinécdoque de todo el pensamiento de otros intelectuales que rodearon a Jitrik y siguieron su camino. Jitrik fue el maestro admirado en tiempos de la facultad por el autor del reciente libro “Esperar una ola” y del icónico “Cámara Gesell”.
Saccomanno conoció a Noé, como le gusta llamarlo -“no tenemos otro Noé”, aclara- en los 70 en una presentación de la revista “Hortensia” en Buenos Aires. En ese momento ya lo admiraba por su libro de poemas “Addio a la mamma, Fiesta en casa y otros poemas”, de 1965, una de sus primeras publicaciones, donde está el poema “Café La Paz”.
Saccomanno era lector de los ensayos y artículos críticos acerca de la poesía y los poetas incluidos en la revista argentina “Zona de la poesía americana”, surgida a partir del camino marcado por los animadores de la emblemática “Contorno” en la década de 1950, una revista que se responsabilizaba de los problemas sociales más perentorios y urgentes. Junto a Jitrik estaban Edgard Bayley, Miguel Brascó, Ramiro de Casasbellas, César Fernández Moreno, Francisco Urondo y Alberto Vanasco.
Por su parte la profesora, ensayista y poeta María Negroni, autora de “Archivo Dickinson” y “Objeto Satie” entre decenas de obras, en este momento de dolor por la pérdida de un amigo y un maestro, menciona dos características que pocas veces se combinan en un intelectual.
“Por un lado su lucidez y su capacidad extraordinaria de lectura y, por otro, su generosidad enorme. Esto lo transformaba en un verdadero maestro”, destacó.
“Jitrik ha formado a generaciones de investigadores, críticos y críticas literarias, además de ser un escritor que nunca estuvo lejos del mundo de la creación, al contrario, siempre apoyó a los más jóvenes, ayudó en proyectos, participó con muchísima generosidad (como ya señalé) pero también con toda su vitalidad, su optimismo y, sobre todo, su alegría frente al hecho literario. Lo demás es el dolor por haberlo perdido”, se emociona Negroni.
Freidemberg recuerda que lo escuchó decir a Noé Jitrik, en un debate con Juan José Saer y Mario Goloboff durante un coloquio sobre Borges y Calvino en Poitiers: “Si bien existen libros escritos por imperio de una teoría y que nadie lee, la apropiación de elementos críticos por parte de los escritores puede verse, en general, como una ‘operación higiénica’ y un ‘llamado de atención contra el charlatanismo’, dado que hay una responsabilidad con el uso de la lengua que los escritores no siempre asumen, por lo que la crítica podía ayudarlos a tener más cuidado con lo que hacen”.
El poeta asegura que a partir de esa idea valoró la poesía y la narrativa de Jitrik, pero fue “su pasión crítica” lo que más lo atrajo, “y el modo de llevarla a cabo, sin concesiones y en base a un vasto acopio de lecturas, pero expresándola de la manera más directa posible, menos atravesada por tecnicismos”, explica.
El autor de “Blues del que vuelve solo a casa” y “En la resaca” le “debe mucho” a Jitrik, asegura, “o mejor dicho -se corrije- es mi propia pasión de pensar la literatura la que se lo debe. De su prevención, particularmente, contra aquella literatura que se presenta a sí misma como normal, regular, bien establecida, ignorante de que es una lectura nostálgica pues sólo pretende reconocer lo que ya conoce”.
“Por lo general, partía de una experiencia personal de lectura para interrogar qué ocurrió ahí; porqué -por ejemplo- un texto pudo haberlo ‘atrapado’, y a partir de ahí ir poniendo en palabras el modo en que lo real de la lectura lo pone a uno -el lector, el crítico, el escritor- en contradicción con sus expectativas íntimas o sus presupuestos teóricos: sigue siendo ese mi principal modo de leer”, sopesa Freidemberg.
Saccomanno agrega que él había leído sus ensayos sobre “Martín Fierro” y luego sus ensayos más “Bachelard” -en referencia al filósofo, poeta y crítico francés al Gaston Bachelard, autor interesado por la historia de la ciencia moderna o contemporánea y al mismo tiempo por la imaginación literaria, como “El fuego de la especie”: “Venía de una nueva respiración, de un lenguaje moderno, a fines de los 60, y el tiempo (y la desgracia del tiempo) nos hicieron amigos”, reflexiona.
“En los últimos años su pasión literaria no decrecía, cuando yo sacaba una nota él me escribía y me la comentaba y yo hacía lo mismo con él. Sus comentarios eran clases magistrales de literatura”, agrega a modo de ejemplo de la pasión que sentía Jitrik.
“En plena pandemia vino acompañado por su hijo Oliverio a mi departamento para traerme dos libros de ensayos que acababa de publicar -relata Saccomanno-. En plena pandemia que él se haya lanzado a la calle para traerme los libros señala una pasión que vamos a extrañar, porque no abunda. Lo voy a extrañar mucho. Ya lo extrañaba últimamente. Me dolió la internación y bueno, esta noticia me tumba. No sé. ‘Tumba’, que fea palabra”.