De tratar serpientes con artrosis hasta ecografías en tiburones: el día a día de la veterinaria
Por el consultorio de Pablo Regner, veterinario y docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y de la Universidad del Salvador, llegaron a pasar al menos 122 especies de reptiles, que van desde la autóctona yarará hasta el camaleón pantera, y otras cuantas decenas de aves y mamíferos.
Es que dentro del amplio espectro de la medicina veterinaria, Regner se dedica específicamente a aquellos animales de compañía considerados “no convencionales” y especies de fauna silvestre.
“Casi todo lo que no sea perro y gato nos llega a las personas que nos dedicamos a esto, que somos muy pocas porque no es tan masivo” como la atención de las mascotas tradicionales, dijo a Télam el docente de las facultades de Veterinaria y de Medicina de la UBA, donde está a cargo del serpentario de la institución.
De todos los pacientes que pasaron por sus manos, recuerda especialmente el caso de una serpiente pitón de cinco metros y medio de largo, a la que debieron operar porque no podía poner huevos, una patología conocida como distocia.
Al ser “gigante”, necesitaron tres mesadas en lugar de una para operar y un equipo quirúrgico más numeroso del habitual.
“Fue una cirugía muy compleja, posiblemente la más larga en la que estuve. Entre las suturas internas y de piel que hubo que hacerle estuvimos suturando casi cuatro metros de diferentes órganos”, recordó sobre la pitón, cuya operación fue exitosa y al año siguiente ya pudo “tener su oviposición normal”.
Sin embargo, Regner advirtió que “la complicación” de la clínica en animales no convencionales y fauna silvestre como en cualquier otro trabajo de medicina pasa por los diagnósticos complementarios (por imágenes, patología o laboratorio) para las intervenciones, que son de difícil acceso.
Es que no abundan especialistas en oncología y artrosis en serpientes o en clínica médica de hurones y petauros del azúcar (una suerte de “ardillas” planeadoras), que junto a papagayos y cacatúas fueron pacientes alguna vez de este veterinario.
Lo más desafiante de esta profesión, coincidieron los especialistas, es la gran variedad de animales y de patologías con las que se encuentran a diario, lo que obliga a estudiar, informarse e investigar permanentemente.
“La ciencia avanza y siempre hay algo nuevo que aprender que nos ayuda a hacerles la vida más saludable y confortable a nuestros pequeños pacientes”, sostuvo por su parte la veterinaria Mabel Rossotto, quien lleva cuatro décadas de trayectoria en la profesión.
Desde muy pequeña recuerda tener “una sensibilidad especial con los animales” y verlos enfermos la “afligía terriblemente”.
“Mi mamá tenía canarios y otras aves, y yo la ayudaba con ellos a diario. Me podía quedar horas viendo los colores de sus plumas y observando sus hábitos diarios”, contó a Télam.
Con la misma dedicación atiende hoy a los pacientes perrunos y gatunos desde recién nacidos que visitan su consultorio en el barrio porteño de Villa del Parque durante toda su vida.
Allí donde se cruza con algún animal que vive en el barrio, Rossotto suele “conocer sus nombres, qué problemas tienen y cómo es la familia que los adoptó”, y en sus redes sociales no faltan las fotos con sus “pacientitos”.
“Tengo una relación de mucho afecto con ellos, siempre trato de conocer su carácter y sus gustos, para hacerlos sentir cómodos y revisarlos molestándolos lo menos posible”, expresó la veterinaria, quien a su vez destacó el necesario acompañamiento “en la angustia que suelen tener (las personas) cuando traen a sus compañeros de vida enfermos”.
La admiración y el cuidado por “todo ser vivo” también comenzó desde muy pequeña en el caso de Natalia Demergassi, actual coordinadora de Manejo y Ciencia Animal en la Fundación Temaikén.
En su día a día, asiste a distintas especies silvestres, muchas de ellas procedentes del tráfico ilegal o el mascotismo, desde animales tan pequeños como aves paseriformes hasta mamíferos de gran porte como los Ciervos de los Pantanos, pasando por los tiburones que integran el acuario de la institución.
A diferencia de otras especies, los tiburones son animales que difícilmente “padezcan temas de salud si las condiciones del agua donde se encuentran alojados son óptimas”. Su intervención veterinaria consiste, en cambio, en proyectos de investigación para su conservación.
En particular, Demergassi participa de las ecografías que hacen a los tiburones conocidos como moteados o gatopardos, con el objetivo de monitorear el desarrollo reproductivo de esta especie que habita las costas del Mar Argentino -aunque amenazada por la pesca- y que puede alcanzar hasta tres metros de largo.
Para realizarlas, aplican una técnica que se denomina inmovilidad tónica con la que se invierte al animal, que queda acostado hacia arriba dentro de una suerte de canal con agua en el laboratorio.
Esto no implica, según precisó la profesional, la sedación del animal sino que es “un reflejo natural de parálisis” que poseen los peces cartilaginosos como los tiburones.
“El trabajo con tiburones es sumamente desafiante, son animales majestuosos e imponentes y hay mucho por describir y conocer sobre ellos que, como parte clave de los océanos, son fundamentales en la conservación del Mar Argentino”, aseguró la veterinaria, integrante del Foro para la Conservación del Mar Patagónico y Áreas de Influencia, dedicada a la preservación del ecosistema marítimo.
En ese sentido, destacó el “componente imprescindible” del rol del veterinario en la educación y protección ambiental al comprender que “plantas, animales y seres humanos estamos relacionados y hacemos parte de un todo”.