Mi amigo, Lino Patalano Por Nora Lafon
No fue fácil recuperarme. Primero tuve que aceptar lo que me estaban contando. ¡Imposible, a él no podía haberle pasado eso!
El tenía que estar …… ¿Cómo nos podía dejar así de un momento a otro? No, no era cierto…
Pero lamentablemente, pese a mi obstinada negación, Lino había partido para siempre.
Pasquale Cosimo Patalano ya no estará más para soñar imposibles. Para no darse por vencido, para generar nuevos proyectos. Siempre fue el mejor de todos y el más generoso. Me tocó acompañarlo en situaciones que, a veces, no fueron fáciles pero siempre parecía indestructible. Todos pensábamos que para siempre contaríamos con él.
Lo conocí cuando todavía tenía una pequeña oficina en el fondo de un PH. Ya estaba acompañado por Elio Marchi. Ya habían quedado atrás sus inicios con Luis Mottura y María Luz Regás, en el Regina. Había pasado la etapa de los café concerts donde había compartido experiencias con Nini Marshall, Antonio Gasalla, Edda Díaz, Carlos Perciavalle, Cipe Lincovsky, entre otros muchos….
Ingresé a su vida en los inicios de su etapa con Julio Bocca, cuando ya regenteaba “La Capilla”, un encantador lugar ubicado en Suipacha entre Córdoba y Paraguay, que había sido un templo maronita, con murales de Oscar César Mara y en el que se presentaron Astor Piazzolla con el Quinteto, Facundo Cabral, Egle Martin, Atahualpa Yupanqui, Cipe Lincowsky, Amelita Baltar. Tenía murales de Oscar César Mara. Yo asistía con frecuencia, e inevitablemente con Lino nos hicimos amigos.
Julio había ganado el concurso en Moscú y Lino había negociado con Mikhail Baryshnikov su incorporación al American Ballet Theatre (ABT), y fue así que me invitó a mi primer viaje a Nueva York para precisamente asistir al debut de Julio en su primer protagónico. Sería en la famosa compañía con “Romeo y Julieta”, con coreografiá de Kenneth MacMillan y en el rol de Julieta la gran “etoile” Alessandra Ferri.
Recuerdo que viajamos Armando Rapallo (periodista de Clarin) y yo, por el programa “La noche del domingo”. Realmente nos deslumbró con ese Romeo en una versión que Shakespeare habría adorado.
Como era de rigor luego del estreno compartimos la cena en “Fiorellos”, un lugar ubicado frente al teatro, en la Broadway Avenue, done nos enteramos de otra gran novedad: Julio estaba invitado a participar en The Hans Christian Andersen Ballet Awards 1988, es decir una gala en la ópera de Copenhague, presidida por la reina Margarita de Dinamarca. Una velada con las grandes parejas del mundo, entre ellas, Natalia Bessmertnova e Irek Mukhamedov por el Bolshoi; Trinidad Sevillano y Peter Schaufuss, del London Festival; Sylvie Guillem y Manuel Legris, de la Opera de Paris; Li Ying y Pang Jiabin, de la Beijing Danse Akademi; Fernando Bujones y Yoko Morishita, por el American Ballet; y Cheryl Yeager y Julio Bocca, por la misma compañía.
Y por eso iniciamos nuestro viaje hacia Copenhague. Fue en esa gala que cuando Julio inició su salto en la diagonal de “Don Quijote” toda la sala (pequeña y circular) hizo “¡Ahhh!!” y los cuatro argentinos presentes nos pusimos a llorar.
Notable gran triunfo de Bocca. Y en el coctel con que se celebró posterior a la gala -que fue trasmitida al mundo por el famoso Walter Cronkite- Lino, como siempre, exhibió su inteligente maestría ya que para eludir a todos los que pretendían contratar a Julio los fue remitiendo a su oficina en Buenos Aires para no tener que hablar en su incipiente inglés.
Fue la primera de las grandes noches que compartirmos con Lino. De ahí en más llegaron otras galas, la presentación del Ballet Argentino en Nueva York. Luego fui especialmente invitada a acompañar toda la gira europea de esta compañía fundada por Patalano y Bocca, para mostrar al mundo la calidad de nuestros bailarines.
Pero hubo más porque de pronto la casualidad nos reunió en la Ópera de Munich, para volver a disfrutar a Julio; y también en la Scala de Milan, donde bailaba con Alessandra Ferri “El beso del Hada”. Paralelamente, el piso porteño de Lino, en la calle Tacuarí se transformaba en una casa abierta donde nos encontrábamos todos y en el que siempre había nuevas cosas para festejar.
Una tarde nos vimos en Florencia y luego de compartir una visita a la casa de los príncipes Strossi, me consultó si era posible que lo acompañara a Gaeta, el lugar donde había nacido. Le dije que sí, por supuesto, y quedamos en encontrarnos en Roma.
Iniciamos el viaje muy tarde -Gaeta está sobre el mar Tirreno, más o menos a mitad de camino entre Roma y Nápoles– y en una vuelta del camino apareció un cartel que decía “cuidado con las vacas” nos miramos con una sonrisa pero en otra curva aparecieron una vacas blancas que parecían fantasmas. Esa noche cuando llegamos a Gaeta, como era muy tarde, nadie nos pudo dar algo de comer hasta que finalmente encontramos un bar. Pero, ¿quiénes se nos habían anticipado? Los “marines” de la base que la OTAN aún tiene en el golfo de Gaeta. Por supuesto borrachos y buscando pelea.
Compartir la vida de Lino era eso, vivir aventuras, siempre pensando y soñando con algo más como hacerse cargo del Maipo al que le cambió la vida. Pero antes y después consagró su talento a producir teatro para Alfredo Alcón, Norma Aleandro, Ricardo Darin, Enrique Pinti, por sólo mencionar algunos de los actores que disfrutaron trabajar para él.
Es imposible pensar en alguien tan internacional. Podía traer al país tanto a Liza Minelli como a Shirley McLane. Podía producir un ballet como “El hombre de la corbata roja” u organizar la despedida de Julio Bocca del American Ballet. Era incansable y no había nadie que no lo quisiera. Hasta su quinta se convirtió en un lugar donde siempre agradeceré lo felices que fueron mis nietos.
Lino alegró y embelleció la vida de todos. Fuimos distintos desde que lo conocimos y creo que por si fuera poco nos legó ese bello y magnifico “Castor y Polux”, donde seguramente debutarán Los Amados (su último proyecto), con un homenaje a Gardel y Lepera, para que siempre lo recordemos.
Así será, queridísimo amigo. Te prometo que nunca jamás te olvidaremos.