Día Mundial del Parkinson

La enfermedad de Parkinson (EP) es una patología neurodegenerativa progresiva y crónica.

Las manifestaciones iniciales más frecuentes de la EP son el temblor de reposo unilateral y la bradicinesia. El temblor de reposo se suprime con un movimiento intencionado o con el sueño y empeora con la ansiedad.

La progresión de la enfermedad se acompaña de una dificultad notoria para iniciar y finalizar el movimiento. La persona presenta dificultades para levantarse sobre todo cuando está sentado en un sofá o en una silla sin apoyaabrazos. El temblor de reposo unilateral y la bradicinesia se vuelven bilaterales con el paso del tiempo. La letra escrita cada vez es más pequeña y difícil de leer.

Cuando un/a terapista físico/a evalúa a una persona con diagnóstico de EP examina diferentes aspectos clínicos de importancia que pueden interferir con las actividades cotidianas y la participación social del individuo.

Uno de ellos es el tono muscular que en cierto período de la enfermedad comienza a ser patológico. Al intentar movilizar una extremidad afectada por el hipertono, se siente cierta resistencia durante el movimiento que cede y vuelve a aparecer. Esto se conoce como rigidez en rueda dentada. Sin embargo, la fuerza motora está conservada.

Otros rasgos que se evalúan en la exploración son: la postura, los movimientos rápidos y repetitivos de las extremidades y la marcha. La exploración de la postura se realiza tanto en supino, sedestación como bipedestación para poder comparar lo que sucede en los diferentes de cúbitos con diferentes acciones de la gravedad. Suele observarse una postura en flexión, reforzada por la mirada hacia el suelo. Los movimientos repetitivos de los dedos de las manos, de la totalidad de la mano o del pie ponen de manifiesto la lentitud más conocida como bradicinesia y una disminución de la amplitud y la precisión de los movimientos.

Dentro del equipo terapéutico, el Terapista Físico, realiza el acompañamiento en las diferentes etapas del desarrollo de la enfermedad y establece prioridades de las sugerencias terapéuticas que cada etapa necesita. Si bien se centra en los rasgos motores gruesos como la postura, el balance y la marcha, los beneficios de la Terapia física y, además, de la terapia ocupacional van más allá de una simple mejoría de la función motora.

Los beneficios físicos consisten en una mejoría de la fuerza y el tono muscular, así como el mantenimiento de una movilidad adecuada en las articulaciones. Los beneficios psicológicos incluyen la participación activa de la persona en el tratamiento y la sensación de que controlan los efectos de la EP.

Dado que los síntomas empeoran gradualmente con el tiempo, es importante realizar un entrenamiento físico periódico durante todo el transcurso de su enfermedad. El entrenamiento puede realizarse al principio en terapias individuales dirigido por un Terapista físico, pero también es beneficioso el ejercicio a través de programas comunitarios, más accesibles para aquellos que viven lejos de centros sanitarios, o mediante programas domiciliarios para aquellos que no tienen facilidades de desplazamiento. ¡Lo importante es mantenerse activo!

Durante todo el recorrido de la EP, desde la Terapia física, se acompaña a la persona y su familia en optimizar los recursos propios para sortear las dificultades que le pone la enfermedad por delante. Desde la reeducación sensoriomotora hasta la sugerencia de productos de apoyo para los diferentes estadios. Las competencias profesionales de un/a Terapista físico/a podrán colaborar en mejorar las condiciones de salud en pos de optimizar la calidad de vida de la persona con EP.

FUENTE: PERFIL