70 Caperucitas Rojas reivindican el derecho de la mujer a tomar decisiones
Setenta versiones de “Caperucita Roja”, niña, adolescente, morena, rubia, gótica o moderna pero siempre alegre, curiosa y honrando a sus ancestras, se exhibirán desde este domingo en una biblioteca popular de La Plata para reivindicar el derecho de la mujer a seguir el camino elegido, sin “lobos” al acecho y habilitadas para dudar y cuestionarlo todo: “El significado original del cuento ya ha quedado en el olvido y hoy sus reversiones son más lúdicas”, dice Ana Omelusik, la librera que prestó su colección personal para la exposición.
“Caperucita Roja”, el cuento que madres y padres leen a sus hijos en la infancia a pesar de la crudeza de una historia donde un lobo devora a una anciana y su nieta, se originó en Europa, a fines del 1600 como un relato oral que no estaba destinado a niños aunque luego fue versionado en papel por Charles Perrault.
“Había una vez una niñita en un pueblo, la más bonita que jamás se hubiera visto”, comienza el relato de Perrault en el que la protagonista, vestida con una caperuza roja, debe llevar a su abuela enferma una tarta, según le cuenta a un lobo que encuentra en su camino y que llegará más rápido que ella hasta la casa de esa abuelita y, tras devorarla, esperará a la niña para hacer lo mismo.
“La idea de hacer este tipo de iniciativas nació en medio de la pandemia. Queremos trabajar muestras de libros que impliquen el ejercicio de hacer algunas preguntas, motivar lecturas a partir de la idea de variaciones y versiones posibles de un mismo libro que, como en este caso, se transformó en un clásico”Gabriela Pesclevi
“Aquí vemos que la adolescencia, en especial las señoritas, bien hechas, amables y bonitas no deben a cualquiera oír con complacencia, y no resulta causa de extrañeza ver que muchas del lobo son la presa”, se lee en la moraleja final de Perrault.
El relato fue tomado luego por los hermanos Grimm, que atenuaron el horrendo final e incorporaron la figura de un cazador que logra rescatar con vida del vientre del lobo a la niña y su abuela. Lo que no cambió es la presencia de una advertencia final a las niñas/mujeres, que en esta nueva versión encuentra a Caperucita reflexionando: “Nunca más me apartaré del camino y adentraré en el bosque”.
Sin duda, esta historia ha funcionado como uno de los cuentos disciplinadores de la conducta y el cuerpo femenino pero esa no es la única lectura que se puede hacer de él. Para motivar esas “otras lecturas” a partir de mañana la biblioteca popular La Chicharra, ubicada en las calles 18 y 71 de La Plata, invita a conocer la muestra “Setenta Caperucitas y una librera”.
Son 70 ediciones de Caperucita Roja, libros publicados en el país y otros países del mundo que reversionan ese relato: la historia retorna en diversas épocas, con distintas Caperucitas, distintos lobos y hasta distintas versiones de abuelas pero con un mismo objetivo: repensar qué nos dice hoy el cuento, por qué mantiene su vigencia esta historia que tiene más de 400 años.
“La idea de hacer este tipo de iniciativas nació en medio de la pandemia. Queremos trabajar muestras de libros que impliquen el ejercicio de hacer algunas preguntas, motivar lecturas a partir de la idea de variaciones y versiones posibles de un mismo libro que, como en este caso, se transformó en un clásico”, cuenta a Télam Gabriela Pesclevi, integrante de la Biblioteca La Chicharra de La Plata, donde tendrá lugar la exhibición que se extenderá hasta el próximo 30 de septiembre.
“Mi familia materna me legó la Caperucita de las advertencias, tal cual fue parida en 1697, con extrema literalidad y con el mismo folklore, pero a pesar de ese cuento admonitorio, que tenía que ver con el ´no te vayas a lo desconocido’, había un goce que excede a la advertencia e invita a la transgresión, a que siempre está la posibilidad de transgredir, de seguir por un camino alterno”, dice la bibliotecaria.
“En el caso de Caperucita, mi especial afecto por ella se remonta a mi infancia y me conecta directamente con mi abuela paterna. Fueron sus versiones del cuento, que me contaba de camino al campo, las que despertaron en mí este interés que perdura hasta hoy”Ana Omelusik
En la biblioteca popular La Chicharra se habían realizado años atrás talleres infantiles donde se había trabajado con la figura del lobo, que incluso derivó en la elaboración de un hermoso libro que plantea diversos “tipos” de lobos, ilustrado por los propios niños. Y lo que selló el tema de la muestra fue el contacto con la librera Ana Omelusik, quien puso a disposición su colección de Caperucitas Rojas.
“Cuando comencé a atesorar las diferentes versiones de Caperucita no tenía claramente la idea de una colección o lo que se entiende por ella. Desde muy joven siempre fui de reunir libros ilustrados con diferentes temáticas que me atraían. En el caso de Caperucita, mi especial afecto por ella se remonta a mi infancia y me conecta directamente con mi abuela paterna. Fueron sus versiones del cuento, que me contaba de camino al campo, las que despertaron en mí este interés que perdura hasta hoy”, explica a esta agencia Omelesik.
Con estas 70 versiones publicadas en el país, en España, en Chile, en Estados Unidos y Francia, entre otros -más de la mitad de ellas reversiones o versiones libres- Paula Panfili , Verónica Barbera y Gabriela Pesclevi se ocuparon de montar la muestra en esa entidad que funciona en el Centro Cultural La Grieta, en las calles 71 y 18 de La Plata, con el objetivo de generar interpretaciones, lecturas y repensar qué nos dice Caperucita Roja hoy, si sigue el mensaje disciplinador, a qué le temería en el presente y también quiénes son los lobos.
“Originalmente transmitidos de manera oral, los cuentos populares hablaban de fantasía y de miedo a la vez, e intentaron enseñar, a los niños y niñas de la época, aspectos y valores de la vida con mensajes moralistas. La función era desalentar a los niños a cometer acciones imprudentes“, precisa Omelusik, que remarca que el “el cuento de Caperucita no surgió en principio para un público infantil”.
Una caperucita que no es ingenua y lobo no tan feroz
“Ninguna historia puede permanecer inalterada durante mucho tiempo. Caperucita es una de ellas. Su significado original ya ha quedado en el olvido. Se ha suprimido la carga de violencia original, adhiriendo a valores de reconciliación y perdón. Creo que hoy sus reversiones son más lúdicas. El antagonismo Caperucita-Lobo ya no cuenta de la misma manera, con la misma carga simbólica. Los roles se invierten, los encuentros son amistosos. Caperucita no es para nada ingenua y el Lobo ya no es tan feroz”, destaca.
Omelusik sostiene que “la figura del hombre lobo, Bzou o simplemente lobo, es fascinante. En las versiones está presente de diferentes maneras. Desde la más tradicional como el astuto y amenazador villano omnipresente, o como la gran sombra transformada en bosque, o un ingenuo goloso, el perdido enamorado o el huraño conquistado por una caperucita lectora” .
Un ejemplo de ese lobo no tan feroz se puede encontrar en el libro “Una Caperucita roja”, de Marjorie Leray, una de esas 70 versiones de este relato que se exhibirá en esta muestra. Allí aparece un “lobo feroz” delgado, con garras y colmillos enormes que anuncia a Caperucita que se la va a comer pero la niña, muy segura, dice: “no”, que no se la devorará porque “tienes mal aliento” y a continuación le ofrece un caramelo. Desconcertado el lobo acepta y al instante se toma la garganta con sus garras para luego caer muerto. En la página final vemos a Caperucita decir satisfecha “Ingenuo”, tras haberlo envenenado con su caramelo.
“En muchas familias contemporáneas la figura de amparo, de protección, es la abuela, porque la madre labura todo el día. Es la figura hospitalaria, el lugar de confianza y de transgresión, con la abuela se pueden hacer cosas que con la madre no y eso es muy caperuciano en su versión original”Marjorie Leray
“Hay versiones donde el lobo no quiere ser feroz sino feliz, y le interesa la danza, o ediciones que recuperan la mirada del lobo y explican su resentimiento hacia los humanos por haberle matado a su compañera loba, es decir, recuperan la mirada del lobo”, asegura la librera.
Para Pesclevi, la figura del lobo “invita a reflexionar quién es el otro en la historia, cómo miramos a los otros, incluso a los animales”. En muchas de esas versiones tampoco el bosque es tal y ha mutado en entornos urbanos: desde el interior de un colectivo de pasajeros hasta una urbe de edificios altos y autopistas donde hay bandas juveniles que acechan como lobos.
La abuela astuta
En estas 70 versiones no sólo son protagonistas Caperucita y el lobo, ya que la muestra recupera también la figura de la abuela, principalmente una abuela astuta, activa.
“En muchas familias contemporáneas la figura de amparo, de protección, es la abuela, porque la madre labura todo el día. Es la figura hospitalaria, el lugar de confianza y de transgresión, con la abuela se pueden hacer cosas que con la madre no y eso es muy caperuciano en su versión original”, sostiene Pesclevi.
Respecto a la astucia de la abuela recuerda que “en una de las versiones, ‘La noche de la visita’, de Benoit Jacques, editada en Francia con excelentes ilustraciones y un texto rimado, hay alguien que toca la puerta de la casa de la abuela, de noche, un hombre evidentemente y la abuela desde adentro no le abre. No es sonsa, tiene el conocimiento del viejo Vizcacha y no va a dar paso a quien no conoce”, ejemplifica.
“No lo conozco”, “soy algo dura de entendederas. Puede gritar?”, “le oigo mal”, son las excusas que pone la anciana para no abrir a un lobo que se hace pasar por distintos vendedores y comienza a cansarse: “soy el del cuarto, que está harto o mejor el del tercero que está hasta los pelos”, declama, hasta que como último recurso confiesa que es el lobo feroz y “estoy aquí para comérmela como estaba convenido, así que sea razonable, ábrame”.
Pero ni eso logra que la anciana le abra y finalmente se va.
Omelusik valora que “en el relato el rol de la abuela es muy importante. Es la persona que le manda a hacer y regala la caperuza roja, la causante de enfatizar la belleza de la niña, alimentando su vanidad. Es la razón por la cual Caperucita es enviada a atravesar el bosque. La abuela completa el ciclo de pubertad-maternidad-menopausia”.
CAPERUCITA ROJA HOY: EL ADIÓS A LAS MIRADAS DISCIPLINADORAS
¿Qué mensaje transmite Caperucita Roja a través de las 70 versiones que se exhibirán a partir de este domingo en una biblioteca popular de La Plata? La función disciplinadora que el relato ejercía en sus orígenes se ha ido diluyendo para dar paso a nuevas miradas que hacen foco en la libertad de elegir sin ceder al peso de miradas reprobatorias.
“Hoy Caperucita Roja nos dice que debemos dejar los miedos de lado, salir al bosque y elegir, con el corazón, el camino que nos parezca correcto“, afirma rotunda Ana Omelusik, la librera que cedió su colección personal para la exposición.
La mujer define a la Caperucita moderna de estas reversiones como una persona “de muchos colores, un modelo de niña valerosa, perseverante, sin prejuicios, libre de elegir el camino que se proponga, con un abanico de posibilidades para vivir la vida”.
La coleccionista cita un fragmento de Clarissa Pinkola Estés, autora del libro “Mujeres que corren con los lobos”, en el que se lee: “Vio todas las cosas que podían verse a través de los ojos de aquel que pesa el corazón con el corazón y no solo con la mente. Así descubrió que era cierto lo que dicen, que el lobo es la más sabia de las criaturas y que cuando este aúlla en realidad está preguntando dónde está el alma. Sal al bosque, sal enseguida. Si no sales al bosque no ocurrirá nada y tu vida no empezará jamás. Sal al bosque, sal enseguida”.
Paula Panfili, una de las integrantes de la biblioteca popular encargada de la muestra, considera que Caperucita Roja “reivindica un lugar de resistencia con su pericia para no dejarse vencer por el lobo. Incluso tenemos entre estas 70 versiones, muchas Caperucitas que logran engañar al lobo”.
Para Pesclevi, “hoy la Caperucita nos muestra conflictos con los problemas, con los sueños, cómo las personas estamos unidas en un lazo filial siempre, cómo lo más próximo se vuelve desconocido y lo más ignoto se vuelve revelador”.
“Caperucita nos cuenta que hay que vivir el presente como un camino a transitar; que el riesgo siempre va a estar, la amenaza, el conflicto están, pero ella reivindica el derecho a elegir libremente un camino, a enfrentarse con el peligro sin echarse para atrás y reivindica la inteligencia de la mujer”, asegura.
La bibliotecaria dice también que el rojo de la caperuza “nos lleva a la idea de revolución, a una imagen revolucionaria y de algo en transformación”.
“Es inevitable pensar que la Caperucita en este tiempo podría llegar a ser hoy cualquier muchacha víctima de la trata. Caperucita es un cuento que más allá de lo lúdico es trágico. Por eso tiene tanta actualidad: todas nos identificamos con ella de algún modo, queremos seguir nuestro propio camino para encontrarnos con alguien que queremos”, destaca Pesclevi.
Además, agrega, Caperucita “reivindica el derecho a la duda. Cuando en el cuento encontramos esa referencia clásica donde Caperucita pregunta qué dientes grandes que tienes, qué ojos grandes, etc, hay el derecho a la duda, hay algo que ella ve que no está en su lugar, que está alterado, que incluso modifica a su lugar. Caperucita reivindica ese derecho a la pregunta, a la duda, su escepticismo, su derecho a preservar la vida”.
La Biblioteca La Chicharra, que justamente mañana cumplirá 13 años de su fundación, ya tiene todos los libros listos para ser hojeados y debatidos pero también habrá canastas dispersas por su salón y tartas de frutilla y frutas, esperando ser llevadas a la abuelita. Habrá frases del cuento pegadas en las paredes como disparadores de debate y hasta galletitas con forma de Caperucitas y Lobos. Todo está listo para entrar desde mañana, por un ratito, a acompañar a esas Caperucitas en la búsqueda de hacer su propio camino, libre de mandatos y de lobos acechantes, ávidas de preguntar y preguntarse quiénes son los otros que la rodean y seguir siempre su instinto.