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¿De dónde viene 3I/ATLAS, el cometa que nadie puede rastrear y preocupa a los científicos?

El cometa 3I/ATLAS, el tercer visitante interestelar identificado hasta ahora, se ha convertido en uno de los fenómenos más comentados en la comunidad astronómica.

Detectado por primera vez el 1 de julio por el sistema de vigilancia ATLAS en Chile y confirmado poco después por la NASA, este objeto atraviesa nuestro sistema solar a más de 200.000 kilómetros por hora, superando con creces la velocidad de los anteriores cuerpos provenientes del espacio interestelar.

Su trayectoria hiperbólica —es decir, no cerrada— confirma que su origen está fuera del sistema solar. Como ocurrió con los casos de ‘Oumuamua (2017) y Borisov (2019), el cometa no está ligado gravitacionalmente al Sol.

Pero 3I/ATLAS presenta particularidades notables: es más grande y más activo que sus predecesores, con un núcleo de unos 5,6 kilómetros y una masa superior a los 33.000 millones de toneladas.

Actualmente, atraviesa la zona interior del sistema solar. Tras haber pasado cerca de Marte el 3 de octubre, alcanzará su punto más próximo al Sol el 30 de octubre, según datos de la NASA. Luego seguirá su viaje hacia el exterior, cruzando la órbita de Júpiter en marzo de 2026, antes de desaparecer nuevamente en el espacio interestelar. Los expertos aclaran que no representa ningún peligro para la Tierra.

Mientras algunos entusiastas de lo paranormal fantasean con la idea de una nave extraterrestre disfrazada de cometa —una hipótesis atractiva pero poco probable—, los científicos celebran lo que consideran una oportunidad única para estudiar un fragmento fósil del universo primitivo.

El telescopio espacial Hubble logró capturar el 21 de julio de 2025 una imagen de 3I/ATLAS mostrando un resplandor azulado de polvo a 445 millones de kilómetros de la Tierra.

Un estudio reciente, publicado en el repositorio arXiv y enviado para revisión a The Astrophysical Journal, liderado por Xabier Pérez Couto, del Centro de Investigación en Tecnologías de la Información y la Comunicación (CITIC) de la Universidad de La Coruña, sostiene que el cometa podría contener pistas sobre los orígenes más antiguos de nuestra galaxia.

Utilizando datos de alta precisión del telescopio espacial Gaia, el equipo reconstruyó la trayectoria del cometa durante los últimos 10 millones de años, comparándola con las órbitas de más de 13 millones de estrellas. El objetivo era determinar si alguna podría haber sido su “estrella madre” o, al menos, haber alterado su curso.

¿El resultado? Nada concluyente. Se identificaron 93 encuentros cercanos, pero ninguno con influencia gravitacional suficiente para explicar su origen. El más próximo fue con una estrella catalogada como Gaia DR3 6863591389529611264, aunque incluso en ese caso el efecto fue insignificante.

En resumen, ninguna estrella conocida parece estar relacionada con el nacimiento de 3I/ATLAS. Como explican los investigadores, este viajero solitario ha cruzado la galaxia casi intacto, sin que las fuerzas de otras estrellas lograran desviar su rumbo.

Esa “resiliencia dinámica”, como la define el equipo, refuerza una idea poderosa: 3I/ATLAS es un objeto de una antigüedad extraordinaria.

Aunque su recorrido lo sitúa dentro del llamado “disco delgado” de la Vía Láctea —una zona con estrellas relativamente jóvenes—, todo indica que se originó en la frontera con el “disco grueso”, donde predominan cuerpos más viejos y pobres en metales. Su edad estimada ronda los 10.000 millones de años, más del doble de la edad del Sol.

La importancia de 3I/ATLAS va más allá de su rareza. Su composición, aún bajo análisis, podría revelar cómo eran los materiales presentes en la galaxia cuando las primeras estrellas y sistemas planetarios empezaban a formarse.

Como destacó Pérez Couto en un comunicado del CITIC, “cada observación es como abrir una ventana al pasado del universo”. En este caso, esa ventana podría contener información intacta de un sistema estelar primitivo, expulsado al vacío hace miles de millones de años.

El diagrama de su órbita, publicado por la NASA y el JPL-Caltech, muestra claramente su trayectoria hiperbólica, su paso cercano a Marte y el punto de máxima aproximación al Sol el 30 de octubre de 2025.

Los autores del estudio reconocen que su investigación abarca solo una pequeña fracción de la historia del cometa, y que su origen exacto probablemente permanezca desconocido. Hallar su estrella madre, admiten, sería como buscar un grano de arena en una playa del tamaño de la galaxia.

Sin embargo, el valor de 3I/ATLAS no reside únicamente en saber de dónde viene, sino en lo que representa: un testigo intacto de los primeros tiempos de la Vía Láctea.

Hasta hace pocos años, los objetos interestelares eran apenas una hipótesis teórica. Hoy, son una realidad observable. Y con nuevos telescopios como el Vera C. Rubin prontos a entrar en funcionamiento, los astrónomos esperan que estos viajeros cósmicos de otras estrellas dejen de ser rarezas y se conviertan en claves habituales del rompecabezas galáctico.

Fuentes: CITIC, Live Science, IFL Science y La Brújula Verde

Editor de Ciencia y Tecnología en Tribuna de Periodistas

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