Habló Josefa, la única sobreviviente del derrumbe en Villa Gesell: «Siempre supe que me iban a sacar»
La única sobreviviente del derrumbe del Apart Hotel Dubrovnik en Villa Gesell, María Josefa Bonazza, de 79 años, relató el dramático momento que vivió. «Estuve aplastada por vigas enormes y siempre tuve la certeza de que me iban a sacar», declaró. Pasó alrededor de ocho horas atrapada bajo los escombros, mientras su esposo, Federico César Ciocchini, de 84 años, se convirtió en la primera víctima fatal de la tragedia que ha dejado, hasta el momento, siete fallecidos.
Lamentó que «el único consuelo» es que su esposo murió instantáneamente y no sufrió. La pareja había llegado a Villa Gesell un día antes del colapso, con la intención de acondicionar su departamento para el verano.
Cerca de las 10 del día de la tragedia, los ecos de un equipo de rescate rompieron el silencio a su alrededor. Josefa vio un pequeño haz de luz y, al escuchar los rescatistas, comenzó a golpear para llamar su atención. Después de un arduo esfuerzo, el equipo de bomberos logró sacarla con vida, pero su esposo no tuvo la misma fortuna.
“Traté de tranquilizarme, aunque no recibía respuesta de él. Le pedí que no se moviera, que pronto nos rescatarían”, recordó. Estaba atrapada, con las extremidades del lado derecho presionadas, pero se concentró en sobrevivir. Utilizó técnicas de yoga para respirar mejor y rezó, algo que no hacía desde hacía años.
Con el tiempo, recuperó algo de movilidad en las manos y empezó a hacer sonidos en código Morse pidiendo ayuda. “Hacía golpes para que me oyeran. En ningún momento perdí la calma porque sabía que nos iban a salvar. No sabía que mi marido había fallecido”, narró. Al escuchar una sirena lejana, sintió una fuerte emoción y comenzó a gritar pidiendo respuestas.
«Cuando escuché algún ruido, supe que podía respirar, y empecé a hacer señales con una piedra en código Morse: ta ta ta… taaa taaa taaa… Así supieron que había una persona consciente pidiendo ayuda», compartió. A pesar de su situación, recordó a su padre, Severio Bonazza, como un hombre de «el mejor humor del mundo».